...caminando...

y qué hay de los que se quedan, dentro de esos moaís vivientes arrojados a la marchanta sobre la tierra como girasoles que jamás han de brotar, expresando su heliotropismo siempre bajo tierra. si el romanticismo arruina todo a la perfección, es decir, a su manera, qué queda de la realidad.
ni los novios de yeso escapan a su vestimenta: de personas abandonadas y pobres, son lo quieto en de un pastel que pronto comenzará a trozarse. y quién no se refugia en la dulce sensación de ser uno mismo. delante de mis ojos hay cosas que no veo, que quizá están y no están al mismo tiempo.
mi equipaje: una palabra clave un par de piernas. ah, lo olvidaba, un cerebro preso de su cráneo; sueño con el pájaro que desenjaulo y muere enseguidita. despierto el culo agito las tripas sonrío con toda el alma; no hay cómo engañar al corazón, veo que titulan los periódicos del mundo, sin dudas un ataque errorista que muestra a las claras que a la gente no le importa ni conmovere la gente.
en todas partes mi principal contradicción es repetir cosas que todo el mundo entendió, menos yo. eso y oír canciones que sé de memoria.
subo los peldaños y busco con la mirada. el viaje demora, el guardia de seguridad detrás mío. no tengo motivo alguno para sonreír hasta que una niña, de más o menos cinco años, me mira e instantáneamente rompe a llorar. nadie parece percibir su llanto, mucho menos mi sonrisa. el tren arranca inesperadamente, y camino hacia el vagón siguiente: el amor también es una mirada esquiva, el silencio que precede a la ausencia, un galpón inhóspito como el que ahora se posa delante de mis ojos.
mi casa es la tela de una araña hambrienta, mi trabajo es el de la hormiga que va a la tela: busco asiento y en lugar de eso encuentro preguntas repetidas.
por qué demonios se extiende la agonía de quienes están en su infierno.
la respuesta: si no existisen peajes al cielo, si la imaginación abundase como el agua en el océano, si me importase tener más que el de al lado.
llego a una ciudad que más se parece a un fuentón de espaghetis con un solo comensal devorándoselo; hunde el tenedor y lo gira varias veces para cazar un bocado sustancioso y letal. traga como canto de libertad. no hablo de política, me refiero a la pura mecánica.
vida queda bien poca, prefiero apreciarla antes que ponerme a pensar. no digo lo que hay que hacer, sino lo que pienso. porque con mi "quién demonios soy" no hago nada. pero eso es lo que soy, una especie de caracol que no soporta los decibeles de la urbe.

1 comentario:

Julieta dijo...

Qué linda foto, Martín! este verano en el sur, mientras subía la montaña y cantaba bajito me acordé de vos y te imaginé caminando al igual que yo, en algún verde parecido.
Abrazo & luz!